Estamos, a nivel global, inmersos en una profunda y rápida transición energética hacia un nuevo modelo más limpio (por la introducción de renovables), menos centralizado (por la mayor proliferación de medianas y pequeñas plantas o instalaciones de generación), más participativo (por la aparición de la figura del prosumidor) y más digital y conectado (gracias a el IoT, la IA o el big data).
El hecho de ir hacia un modelo más limpio, principalmente, tiene como objetivo intentar frenar el Cambio Climático, mediante la reducción de emisión de GEI (gases de efecto invernadero, como el CO2). Para ello, muchos países han establecido objetivos a medio y largo plazo, siendo el sector energético, en toda su amplitud, el que más emisiones genera y, por ende, el que más esfuerzo tendrá que realizar para reducirlas.
En concreto, España, mediante el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima), se ha marcado dos claros objetivos para el año 2030: el 42% de la energía total consumida y el 74% de la eléctrica deben provenir de fuentes de energía renovable.
Para alcanzar dicho objetivo, hablando sólo de fotovoltaica, serían necesarios 39 GW, que traducidos a superficie necesaria y suponiendo una media de 2,5 ha/MW, requieren un total de aproximadamente 100.000 ha de terreno. Eso es, por ejemplo, equivalente a un rectángulo de 20 km de alto por 50 km de ancho o más de 10 veces la superficie del término municipal de Barcelona. Aunque, una imagen vale más que mil palabras, ved por vosotros mismos lo que supondría sobre una foto aérea de Madrid y municipios limítrofes:
Además, las plantas fotovoltaicas se concentran cerca de subestaciones o líneas eléctricas por las que evacuar la energía generada. Esto supone un elevado impacto en el sector agrícola de dichas zonas, además del potencial impacto ambiental.
A raíz de esto, han surgido en los últimos meses plataformas ciudadanas, sobre todo relacionadas con el sector agrícola y medioambiental, que alzan la voz contra los desarrollos de “mega-plantas” fotovoltaicas.
¿Por qué no utilizar otro tipo de superficie disponible, que no interfiera con otras actividades o usos?, ¿por qué no avanzar hacia un modelo de sistema eléctrico con mayor peso de la generación distribuida?
Según el Observatorio de la Sostenibilidad, en España hay más de 350.000 ha de superficie de tejado útil para instalar energía solar fotovoltaica. Aquí cabrían más de 160 GW de fotovoltaica, más de cuatro veces el objetivo de fotovoltaica instalada a 2030 del PNIEC.
Además, el modelo de sistema eléctrico con generación distribuida (generar energía eléctrica en o cerca de donde se consume) vs el de generación centralizada (el actual, basado en grandes plantas nucleares y térmicas), tiene múltiples ventajas, entre otras:
- menor necesidad de redes de transporte y distribución (que implican una inversión y costes de mantenimiento no menores, además del impacto visual y medioambiental que suponen),
- mayor eficiencia en la utilización de la energía (transportar electricidad a grandes distancias conlleva pérdidas no menores, que en España están por encima del 10%),
- tener un sistema eléctrico más resiliente y
- conseguir una mayor dinamización de la economía en términos de PIB y de generación de empleo.
En el pasado, este modelo de generación distribuida no era tan sencillo de llevar a cabo, pues las tecnologías de generación de energía eléctrica tradicionales (nuclear, plantas térmicas a carbón o gas o grandes centrales hidráulicas) necesitan unos tamaños mínimos para que sean viables técnica y económicamente. Pero, hoy en día, gracias a tecnologías como la solar fotovoltaica, podemos instalar unos pocos paneles solares en el tejado de una casa o unos miles en el tejado de una gran industria o en un terreno al lado de un polígono industrial, pues la unidad de generación es el panel solar fotovoltaico.
Llegados a este punto, parece claro que el modelo de generación distribuida tiene importantes ventajas, ya que tenemos espacio suficiente en los tejados y existe una tecnología como la fotovoltaica que permite aunar ambas cosas.
En España, sólo un 20% de la potencia fotovoltaica total instalada se ha realizado en forma de pequeñas y medianas instalaciones, frente al modelo de grandes plantas fotovoltaicas en suelo. Esto supone la mitad que en nuestro vecino Portugal, una tercera parte que en Francia o una quinta parte que en Italia.
Al margen de las posibles diferencias de disponibilidad de terreno, las políticas gubernamentales han influido en gran medida en que en unos países se desarrolle más el modelo de generación distribuida.
En España, se me ocurren tres sencillas medidas para para potenciarlo más:
- dar prioridad de acceso a las redes a pequeños y medianos sistemas de generación distribuida,
- simplificar y acortar los tiempos de los trámites administrativos e
- incluir un cupo o reserva específica en las próximas subastas renovables.
Desde Opengy apostamos por la generación distribuida y los beneficios que ésta aporta al sistema eléctrico, al consumidor final, al medioambiente y a la economía (sobre todo a nivel local y regional). En España lo tenemos todo para que este modelo tenga más protagonismo que el actual y esperamos que el Gobierno actúe en consecuencia, agradeciendo el primer gesto de reservar una parte de la futura nueva subasta de renovables a proyectos de este tipo, aunque aún faltan otras importantes medidas que lo potenciaría aún más, como la simplificación administrativa y la reserva de capacidad en la red.